Lo que hacemos en las sombras

Lo que hacemos en las sombras

Historia del efecto 2000


- Jose Luis (Programador): Bueno, pues ya estaría. Solo quedaría la gestión de fechas del sistema y …
- Jesús (Team Leader): ¡Pero chico! ¿Dónde vas con cuatro cifras para el año?
- Martínez (Financiero): Vaya pájaro está hecho. Como se nota que no lo paga él.
- Jose Luis: Pero necesitamos cuatro dígitos ¿Qué pasa cuando lleguemos al año 2000?
- Jesús: Al año 2000 dice. Qué cachondo. En el 2000 va a estar aquí Terminator. Tal como van las cosas confórmate si el semestre que viene no cerramos la persiana.
- Jose Luis: Pues nada. ¿Dos dígitos entonces?
- Martínez: Total, para lo que nos queda en el convento, nos cagamos dentro. ¡Vamos al bar!

Era la época del chat de Terra y el teletexto. De cuando el módem sonaba como un gato estrangulado y los sábados por la noche Jose Luis Moreno llenaba de caspa los hogares españoles. Yo con 7 añitos, mi escasa memoria de aquellos tiempos recuerda que en esa pantallita de 5 canales y medio no paraba de repetirse un término que causaba estupor.

¡El efecto 2000!

El juicio final, la llegada del apocalipsis, el despertar de Cthulhu, el fin del mundo. ¡Malditos informáticos! Y claro, con aquello, la divulgación de la desinformación y el miedo se extendía como la gangrena por medio mundo. Abuelas saqueando centros comerciales, rednecks haciendo inventario armamentístico, sectas preparándose para la llegada de los extraterrestres y toda clase de tarados y enajenados. A mí, como buen muchachito millennial de aquella época, lo que me flipaba es que iba a vivir nada más y nada menos que un cambio de milenio. Eso, y el barco pirata de Playmobil que le había pedido a los Reyes Magos.

La realidad es que había un par de dígitos que tenían atemorizada a toda la comunidad internacional. La cifra 00. Os pongo en contexto. Como os podéis imaginar, en los remotos tiempos del nacimiento de los ordenadores cada bit de información era oro. Como siempre ha ocurrido, la pela manda y en aquellos primitivos sistemas informáticos, una gran cantidad de empresas decidió ahorrarse los 2 primeros dígitos con los que se representa el año. Con lo cual, se crearon miles de sistemas y programas informáticos con fechas basadas en años representados únicamente por dos cifras. ¿Qué pasaría cuando llegase el año 2000? Al ser el contador de años únicamente de dos dígitos, si no me fallan las ciencias de la computación, después del 99 se reiniciaría a 00. Es decir, los sistemas informáticos creerían que habríamos vuelto al año 1900. Pues eso, fallo gordo.

Los informáticos trataron de alertar de este hecho en una fase primigenia, pero como siempre nadie les hizo ni puto caso. ¿Qué más da lo que pasara en el año 2000? Lo importante era que cuadraran las cuentas. Total, es posible que los que dirigían muchas de aquellas compañías en 30 años ya estuvieran jubilados o muertos. O el fin del mundo ya hubiese llegado el día que Pozí y Carmen de Mairena fuesen los únicos “seres humanos” fértiles de la tierra. Así que, como imagináis, se optó por la estrategia más rentable. Patadón y pa’alante.

Y llegó el 31 de diciembre de 1999. Toda la población mundial con los ojos centrados en Papúa Nueva Guinea. La población dividida entre los que se preparaban para festejar la llegada del nuevo milenio y los que apuntalaban sus búnkeres, afilaban machetes y cargaban sus revólveres para la llegada del caos.

¡Al final no pasó nada! Y la sociedad creyó que, de nuevo, los poderosos y grandes medios de comunicación nos habían vuelto a engañar. O eso nos contaron … La realidad es que el efecto 2000 fue real, muy real. No Estuvimos tan lejos de retroceder 100 años en un instante tal como se auguraba. Nunca nos contaron lo que realmente ocurrió. ¿Cómo se pasó del Ragnarök a la más absoluta nada? Bueno, a la nada no, que algún parquímetro sí que se quedó colgado aquella noche.

Lo que nunca nos contaron es que durante los meses y años anteriores se produjo unos de los mayores hitos de colaboración global de la historia de la humanidad. Algo que pasó sin pena ni gloria por delante de nuestros ojos. Fue prácticamente silenciado, como sorprendentemente sigue ocurriendo en muchos casos hoy en día. Al fin y al cabo, para el resto de los mortales, el trabajo que estaban haciendo aquellos raritos que se pasaban el día delante de un ordenador era algo así como leer lenguaje sumerio.

¿Crees que exagero? Vale, no flipemos. No voy a comparar aquel ejercicio de supervivencia con el llevado a cabo por los pasajeros del vuelo 571 de la fuerza aérea uruguaya en valle de las lágrimas. Sin embargo, existió un ejército global de decenas de miles de héroes sin capa que trabajaron durante meses a contrarreloj, en la sombra; con el fin de evitar la caída de los pilares tecnológicos que se habían construido durante las últimas décadas.

Se buscaron en programas con decenas de miles de líneas de código las variables y algoritmos que debían corregirse. Se revisó código fuente de la era de las cavernas. Se invirtieron horas y horas de pruebas en sistemas. Se desarrollaron soluciones creativas para problemas específicos. Y ojo, que en aquel momento programar no era como ahora. Imaginaos ponerse a buscar errores en un código de 10000 líneas escrito en Fortran. Para volarse los sesos. Además, cuando digo que los cimientos de la sociedad estuvieron cerca del colapso, no creáis que estoy flipando. A ver si creéis que simplemente se revisó el código de Messenger y MySpace. Se inspeccionaron y corrigieron miles de sistemas críticos. Desde dispositivos médicos hasta sistemas de la administración pública, bancos, plantas industriales, sistemas de transporte, aerolíneas o centrales nucleares.

En definitiva, un enorme trabajo de comunicación y colaboración entre organizaciones de todo el mundo. Y todo, por supuesto, de forma silenciosa y anónima. Para aquellos informáticos no hubo alardes, ni expectativas de reconocimiento. Seguramente la mayoría no recibieron bonus, ni incentivos, ni siquiera un miserable aumento. Nunca tendrán una placa, una calle, ni siquiera un reconocimiento público. Al fin y al cabo aquellos frikazos solo estaba haciendo su trabajo. Simplemente, estaban poniendo su granito de arena para salvar el mundo.

Por otra parte, y sin que sirva de precedente, voy a romper una lanza por todas aquellas empresas, gobiernos y administraciones que colaboraron y en muchos casos invirtieron grandes sumas de dinero (tarde, claro está) en elaborar y ejecutar planes de contingencia. Al César lo que es del César. Aunque, para que no vamos a engañar, también es un poco como ponerte puntos después de darte martillazos en la cabeza. En fin, aquello posiblemente salvo al mundo de una sucesión de fallos que hubiera significado una catarsis epopéyica. Que se habría liao parda, vamos.

Actualmente, puede que hayáis oído que se empieza a barruntar algo así como efecto 2038. Para dar contexto, este problema se basa en que en los sistemas Unix (la mayoría de los que ejecutan las cosas importantes del mundo) los programas habitualmente guardan las fechas como el número de segundos que han pasado desde 1970 (cosas de Unix, ya ves tú). El 19 de enero de 2038 el número de segundos llegará a 2,147,483,648. ¿Qué ocurre con esto? Pues que algunas de las formas típicas de almacenar los datos es en estructuras de 32 bits y estás solo pueden almacenar números enteros de un máximo de 2 elevado a 32. Es decir, 2,147,483,647 si nos quedamos únicamente con los números positivos y si no fallan las matemáticas. En algunos lenguajes de programación como C, si el programador no ha sido previsor o suficientemente optimista y ha definido la variable en la que se guarda esa marca de tiempo como una variable entera de 32 bits (es el caso del valor por defecto para la variable time_t utilizada para almacenar datos de tiempo) el contador de segundos desbordará la variable. En fin, espero que se haya entendido.

¿Es posible tengamos un déjà vu? En un mundo ultra digitalizado, ¿todos nuestros dispositivos están en peligro? ¿Cometeremos los mismos errores? ¿Cómo lo afrontaremos esta vez? ¿Se revelarán los Roomba contra nosotros como si del mismísimo José Rabadán se tratasen? ¿Por fin vamos a librarnos de autotune y el reggaeton? Nah! Relajad, porque ya os digo que parece que todo está todo controlado y, como diría cierto expresidente del gobierno, estamos trabajando en ello. Los sistemas de 32 bits están siendo reemplazados por sistemas de 64 bits y en 2038 probablemente solo serán antiguallas de museo.

Esta vez simplemente os quería traer uno de esos relatos de abuelo cebolleta basado en un documental de HBO, el cual se ha encargado de sacar esta historia a la luz: Bomba de relojería: efecto 2000. Quiero poner en valor como, al menos en aquella ocasión, la comunidad global trabajo de forma colaborativa por el bien común de toda la humanidad. Además, debemos recalcar la importancia de la planificación y la mirada al futuro con el objetivo de prepararnos para los desafíos y retos tecnológicos que nos deparan. Me despido con la última frase del documental. La pronuncia un niño de 8 años. Nos otorga la mejor moraleja posible y rescata de manera genial la esencia de esta historia.

Arregla el mundo, no lo destroces.

Escribiendo desde un sótano en la Deep Web, atentamente math.